lunes, 16 de agosto de 2010

La insoportable tartamuda de Silvestre


POR: BILL METAL
Cada tanto sale al mercado un vallenato capaz de ponerme de mal humor. Y me persigue. Si no la oye a cada rato mi vecino, la está sintonizando el taxista, o el chofer de la buseta o el compañero de trabajo y si la cosa se pone grave, el sonsonete se convierte definitivamente en el himno de moda de la rumba. Por estos días un tema se suma a mi lista de vallenatos insoportables: “La Tartamuda” de Silvestre Dangond (el mismo que antes ya me había safado un tornillo con la nefasta Me Gusta, me gusta, me gusta).


“Que tú, tú, tú, que, yo, yo, yo, que no entendí fue na´”, canta Silvestre y tiene razón, si a alguien le preguntaran cómo una canción tan básica y poco original se convierte en la más sonada de la temporada, seguramente cancanearía al tratar de darle a este fenómeno una explicación.
El caso es que últimamente, el tema me tiene en constante estado de huida, lo malo es que cuando logro escapar del lugar donde lo están escuchando, llego a otro donde apenas va a empezar. En una de esas, opté por aplazar mi evasión y paparle un poco de bola a la letra. Al final, terminé reflexionado sobre la tartamudez. Un padecimiento bastante incómodo, que tantos apodos y burlas les acarrea a quienes lo sufren. Esos bloqueos de interrupción en el habla, esas repeticiones, separaciones o prolongaciones de sílabas, la agonía de saber lo que se quiere decir, pero no ser capaz de transmitirlo con fluidez.

Hace poco, en Mtv, vi un programa de realidad en el que seguían la vida de varios jóvenes tartamudos. Había una a quien le apenaba tanto su condición, que trabajó hasta descubrir una forma de disimularlo. Cada vez que presentía algún bloqueo, de inmediato hacía una pausa y cambiaba la palabra por un sinónimo, sin embargo, pese a los buenos resultados de la estrategia, la chica sufría por el hecho de pretender ante los demás todo el tiempo. El otro caso era el de un profesional universitario, incapaz de encontrar empleo debido a sus incontrolables cancaneos; en su caso la tartamudez era tan marcada que, incluso, se le dificultaba algo tan trivial como pedir un domicilio; la persona al otro lado de la línea, después de las dos primeras interrupciones, pensaba que se trataba de una broma y le cerraba el teléfono.

"El problema más grave que sufren los tartamudo son los prejuicios a los que están expuestos", dijo a DW-WORLD Konrad Schäfers, de la Liga Europea de Tartamudos. Agregó que los tartamudos son vistos como enfermos mentales o carentes de inteligencia. Esta discapacidad lingüística fue muchas veces utilizada como una característica de personajes ridículos en el cine, el teatro u otros medios, lo que hace que la enfermedad no sea tomada en serio sufriendo así el afectado más inhibiciones y estigmatizaciones".

Algunos datos sobre esta enfermedad: Se manifiesta entre los dos y cinco años de edad, en Alemania 800.000 personas son tartamudas, se manifiesta en todos los idiomas y culturas, y su origen, a diferencia de lo que se cree, no es de tipo psíquico.
Averiguando en la red encontré que entre los tartamudos más famosos se encuentran Marilyn Monroe, Bruce Willis, Jorge Luís Borges y Winston Churchill. En Alemania existen organizaciones como Acción Tartamudo y Escuela, que prestan apoyo emocional y terapéutico a personas que padecen esta enfermedad. El Día Mundial del Tartamudo es el 22 de octubre.

Como ya se mencionó, a menudo, en televisión o películas, se usa la tartamudez como rasgo de algún personaje jocoso, recuerdo a Betty la Fea, por ejemplo. Se trata de una discapacidad sobre la que poco se habla de manera seria, de allí tantos prejuicios y falta de aceptación en nuestra sociedad como algo cotidiano. Tan cotidiano, que al otrora jurado del programa Se Busca Intérprete, le ha servido para granjearse un nuevo éxito en las emisoras. Sería bueno que el tema de la tartamudez se hiciera más visible en los medios, desde perspectivas en las que se muestre a quienes padecen esta enfermedad no como el personaje gracioso, sino como una persona habilitada para llevar una vida normal, y ejercer cualquier tipo de actividad. Al final del día, y no me trabo para decirlo, preferiría sostener una conversación durante horas con un tartamudo, a tener que volver a escuchar a Silvestre Dangond, con esta, o cualquiera de sus canciones.