viernes, 25 de febrero de 2011

Nataly Portman, la novia de Bart Simpson que merece un Oscar



Cuando se habla de Nataly Portman, se habla de una de las mejores actrices de su generación, de la stripper con peluca fucsia que junto a Clive Owen protagoniza una de las escenas de tensión más eróticas del cine de la primera década del siglo XX. De la chica rapada en V de Venganza. De la hermana Bolena que con su encanto es capaz de opacar a Scarlett Johanson, la rubia favorita de Woody Allen. De la Reina Amidala, en la saga Star Wars o de la niña armada con un revólver y un osito de peluche en León, El Profesional. Sin embargo, tratar de abarcar a la actriz nacida en Jerusalén y fijarse sólo en sus referencias actorales es quedarse corto. Tendríamos que hablar también sobre su grado en sicología en la Universidad de Harvard, donde desarrolló una investigación sobre la activación del lóbulo frontal del cerebro ante un objeto en los niños. Sería indispensable mencionar su trabajo detrás de cámaras, dirigiendo el corto Eve y un segmento de la cinta New York i love you. Cabría destacar su participación en la serie documental para Animal Planet, titulada Gorilas de Ruanda, en la que alerta sobre la vulnerabilidad de esta especie y su peligro de extinción. Tendríamos que traer a colación, obligatoriamente, sus causas humanitarias y medioambientales, como el Programa de Escolarización Tacare Girl o el Instituto Jane Goodall, éste último, dedicado a investigar la vida salvaje en Tanzania. Y bueno, como si esto fuera poco, también tendríamos que hablar del noviazgo entre la nominada al Oscar y el hijo mayor de la familia Simpson.



Todo se remonta al capítulo número doce de la décimo octava temporada de la serie animada, titulado “Little Big Girl”. En el episodio, Bart, luego de una de sus travesuras, coincidencialmente logra mitigar un gran incendio en el bosque de Springfield. Como recompensa, el alcalde Diamante lo premia con una licencia para conducir. Con ella, Bart viaja hasta North Haverbrook, donde conoce a Darcy, personaje cuya voz es interpretada por la mujer que el próximo domingo, seguramente, se convertirá en la mejor actriz del año, durante la entrega de los premios más importantes de la industria del cine. En esta aventura de Los Simpsons, Darcy está embarazada, el padre de la criatura es un estudiante de intercambio que volvió a Noruega, su país de origen. Gracias a la licencia de conducción de Bart, Darcy cree que éste es mayor de edad, lo convence para casarse y, de esta manera, le ayude a evitar el regaño de sus padres por el encarguito fuera del matrimonio. Finalmente, Bart y Darcy terminan su relación, cuando la madre de la chica le revela que también está embarazada y que criará a ambos bebes como gemelos para salvar la reputación de la niña.

Podríamos, ahora sí, para completar esta pequeña semblanza, terminar enfocándonos en Cisne Negro, cinta dirigida por Darren Aronofsky, y que a la fecha ya le mereció a Nataly un Globo de Oro. Sin embargo, más allá de lo que nosotros podamos decir sobre su magistral actuación, preferimos esperar a que el próximo domingo, nuestro pronóstico para la categoría de mejor actriz del año se cumpla, y que todos los halagos por su desempeño en la gran pantalla se concreten en la imagen de Portman, con su avanzado embarazo, sosteniendo la estatuilla de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas entre las manos, un lujo que pocas se han dado y no muchas merecen tanto como ella, y que casi se compara con el lujo de haber estado a punto de casarse con Bart Simpson y convertirlo en papá.

martes, 1 de febrero de 2011

Gala de Poesía Hay Festival


Yo no tenía boletas para Rubén Blades, Philip Glass o Alessandro Baricco, mi única boleta para Hay Festival, como cada año, era la entrada a la Gala de Poesía. La única velada de este evento que al día siguiente no podrían contarme El Universal o RCN. El reportaje de lo que ocurre durante esa hora de versos sólo puedo dármelo yo mismo, tras haber estado allí. De qué otra manera me habría enterado cómo suena el miedo a los aviones o el entrañable amor de un padre por la hija que nunca tuvo, recitado de memoria en la voz del argentino Andrés Neuman. Cómo vivir la experiencia postpoética del español Agustín Fernández Mallo, sin escucharlo a él mismo develar la mística de las burbujas del agua con gas. El testimonio de oídas no bastaría para sumergirme en la corriente honesta y desgarradora del poema Yo soy de la libanesa Joumana Haddad, y menos, alcanzaría a describirme la delicia del español que escapa de su acento árabe. Quién mejor que el filipino Miguel Syjuco para declarar la sabiduría que surge del humor, bromeando sobre política al compás de sus ojos risueños. Si no hubiera estado allí, cómo habría hecho para conocer, sin intermediarios, el número de dioses venerados en India o la resistencia del corazón a ser cremado, como lo relatara en sus textos inéditos el colombiano William Ospina. Por eso hoy, que anoto una nueva Gala de Poseía en mi inventario, celebro el privilegio de haber hecho parte, una vez más, del público que, tras el último verso, pasara del silencio cómplice al aplauso henchido, y que luego, saliera del Teatro Adolfo Mejía con esa sensación entre el pecho y la espalda que sólo puede dejar la poesía, que nunca podrán reseñar los noticieros y que tendremos el resto de la vida para entender, entre menos intentemos ponerla en palabras.