sábado, 23 de junio de 2012

UN DISCURSO DE 1000 PESOS


Por: Juan de Dios Sánchez Jurado


Todo en esta vida puede desaparecer y desaparecerá. Vale la pena entonces retratar algunas cosas para recordar que existieron. A partir de agosto comienza a circular la nueva moneda de 1.000 pesos. El billete de mil pesos desaparecerá en 2013. He ahí la razón de este texto.

Viejo, arrugado, roto. Remendado con cinta pegante y sin embargo, útil. Muéstrame y verás que aún puedo conseguirte un pasaje de buseta que, aunque valga más que yo, siempre podremos negociar. Con todo lo oblongo y machucado, aquí donde me ves, represento 1000 pesos colombianos. Cuando digo peso, no me refiero sólo a esa devaluada unidad monetaria, también al cargo de conciencia original que corresponde a cada habitante de este país por el simple hecho de ser colombiano. Porque soy el único de mis homólogos que carga un mártir en el pecho y como si fuera poco, al pueblo irredento en la espalda. Esa carga, ese peso, es mi verdadero valor. No en vano mis tonos rojizos, apenas para teñir a toda esa gente experta en la cotidianidad de sangrar. Esa gente que ha sabido no sólo morir, sino vivir sangrando. 

Una luca es lo que soy, o mil barritas si lo prefieres. Una pinche milanta que para algunos a duras penas alcanza y para otros es una fortuna. Después de mí, sólo vienen las monedas; lo que no me salva de ser también, en ocasiones, entregado como limosna. Y es que el verdadero peso colombiano es un vacío en el estómago. O acaso no has visto a gente que mata gente por uno repetido de mí. No has visto que en este país hay gente que lo único que come al día es lo poco que le puedo comprar. Yo, que soy un poco 9 de abril de 1948 y un poco la frase, yo no soy un hombre, soy un pueblo, un pueblo superior a sus dirigentes. Cuando no soy ese discurso repetido, nunca entendido y menos aplicado, soy sólo la plata. La que ya casi no se consigue. 

1000 unidades de dinero, de billuyo, el Villegas, el te vi llegar, el que consigue la papa y se jacta de su poquito de poder. El contante y sonante con mis imágenes ocultas y mis marcas de agua con las que se escribe la historia de la cosa pública colombiana, que sólo ha sabido ser propiedad privada de unos pocos aviones. De nada sirve el registro perfecto, anverso y reverso, mi imagen coincidente de una balanza en esta república condenada a cargar eternamente  la cruz del desequilibrio.     

Y eso que no me has visto bajo la luz ultravioleta y todo lo que escondo para evitar falsificaciones. Pero no importan el Buick de Gaitán en verde fluorescente ni la secuencia de flores germinando; ya esa especie de inteligencia a la que llaman malicia y que nace del hambre y la falta de oportunidad, se encargará de reproducirme perfectamente. Decir dinero falso es redundancia. O dónde está el oro que demuestre que represento algo que en realidad existe. No te pases las manos sucias de plata por los ojos, me decía mi abuela, que te vas a quedar ciego. Para los que no hicieron caso a esa advertencia tengo mis relieves, mi BANCO DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA en microimpresión realzada. Quien no reconozca mi denominación con los ojos, hágalo con las manos y sepa que soy el billete de 1000 pesos colombianos. Toque y sienta mis nombres y mis números y mi firma del gerente y mi cinta de seguridad que jamás podrá ponerme a salvo a mí, a mi Gaitán o a mi pueblo con todo y su Fidel Castro subliminal. Entonces convénzase de la supuesta moneda en circulación, de lo que pueda conseguir con ella y de la ficción que justifica mi existencia.

viernes, 1 de junio de 2012

MUCHACHA DE 479 AÑOS


Por: Juan de Dios Sánchez Jurado

Rebelde y sometida palmera ofrecida al mar, calles estrechas y bailaderos sin nombre son tus años. Hoy se te notan más que nunca tus ganas constantes de ser ciudad. ¿A dónde vas con toda esa gente a la que poco le importas? Cartagena se vuelve roja de labios y de sangre, sus besos que dan la muerte chiquita son también las balas que patrocinan el cadáver nuestro de cada diario. ¿A dónde vas con toda esa gente a la que poco le importas? 

Y las tragedias son más o menos dependiendo del calor. ¿Quién paga la fiesta cuando son los sueños adversos los que se cumplen? Cómo quisiera regalarte hoy un sol menos artificial, nada extranjero. Siquiera tus labios, Cartagena, siquiera tus labios. 

Y con las nubes tan cerca de las piedras no se sabe quién es quien, te comprendo; por eso los pájaros parecen volar sólo para darse contra las murallas. Detrás de algún muro debe haberse escondido la fe. Detrás de algún muro. Sí, pero, ¿de cuál?

Rebelde y sometida palmera de mi alma, acontecimiento de caderas y falda de película son tus 479 años. ¿A dónde vas con toda esa gente a la que nada le importas? Deja que un poco la lluvia te vaya lavando las tragedias. Para eso traje esta canción, para untártela cuando todo te duela. Y si ignoras quién es quien en el camino pavimentado de nubes, siembra la planta de tus pies con tanta gravedad que vuelen. Ya te pinto el corazón roto otorgándole nota apesarada a tu belleza. Pero belleza y mucha al fin y al cabo ¡carajo! Acaso es lo que cuenta.  

La culpa la tiene no estar allí contigo, Cartagena, saber que cada abrazo que recibas será un pormenor más de la ausencia. Era sólo para decirte que sin ti me he puesto vagabundo y que en esta temperatura que me heredaste y que viaja conmigo, perduras con un toque de sal y barrio alegre y viejo.