Por: Juan de Dios Sánchez Jurado
Este año
la agenda estuvo a la altura. Repetí a varios de mis artistas preferidos y
agregué a mi lista otros a los que siempre quise ver y por fin pude hacerlo. Atestiguar
el live act de The Killers y Café Tacvba
fue como pagarme un par de viejas deudas. Ir de nuevo por Fito Páez y Andrea
Echeverri es algo que siempre haré con todo el gusto, por el honor de ver cómo
con el tiempo mejoran su acto y porque su delivery
en tarima ya cuenta con un nervio exclusivo en mi sistema. Lástima por Charly
García, quien no pudo presentarse junto a Fito debido a quebrantos de salud.
Calamaro, genial, con ese setlist de
más de 30 clásicos. Qué grato fue tener por primera vez y tan cerquita el vivo
de Ximena Sariñana, Los Bunkers y Mala Rodríguez. Conector (Héctor Buitrago), verdadera-mente,
una experiencia de sana-acción. El tango de Gustavo Santa Olaya y Bajo Fondo en
vivo es simplemente un viaje parecido a un sueño, o ¿es al revés? Excelente clausura
de Illya Kuryaqui y su funky futurista en Rock al Parque (lástima que muchos prefirieran
perdérselo). Y no podría pedir un mejor cierre que el performance de Bomba
Estéreo en Cartagena, quienes demostraron lo poderosa que puede ser su propuesta
de Caribbean Power.
Como mencioné
antes, si algo me gusta tanto como ir a conciertos es recordarlos. Hoy creo que
es imperioso recordar uno en especial. Tendría yo unos diez años. Rondaría 1995. Le pedí a mi padre que me llevara al concierto de Maná. Él acepto un
poco a regañadientes, consolado ante el hecho de que esa misma noche, en la
misma tarima de la Plaza de Toros de Cartagena, se presentaría Diomedes Díaz. Esos
raros carteles de los conciertos de Cartagena en los noventa.
Pensar
que antes me gustaba Maná me causa un poco de vergüenza ahora. Es decir, en
aquella época el grupo era dueño de un experimento musical que innovó en cierta
medida y encantó a muchos, pero con el tiempo se diluyó en una serie de repeticiones
y redundancias liricas y musicales hasta convertirse en uno de los actos que menos
soporto. En fin, que por ese entonces venían de su gran éxito con el álbum Dónde
jugarán los niños y promocionaban el nuevo, Cuando los Ángeles lloran. Sus
canciones sonaban y tronaban en radio. Sin embargo, pese a sus millonarias
ventas y reconocimiento en toda Latinoamérica y un poco más allá, Maná no era
el cartel principal. Esa noche le abrirían a El Cacique de la Junta. Tal cual.
Y Maná
terminó su presentación. Y luego, sorpresivamente, volvió al escenario a
repetir canciones. Y luego se quedó el baterista tocando un eterno solo
que al principio animó a los espectadores y que a mí, tras media hora, casi me
hizo vomitar. Sentía que el bombo me torcía un poco las tripas y mentalmente le
pedía al señor Alex González que por favor terminara de una vez. Y Maná repitió
canciones y luego fastidió con su batería por una simple razón: Diomedes no
llegaba. Y Maná, pese a sus número uno en Billboard no sólo fueron los
teloneros de Diomedes, sino que se vieron obligados a hacerle tiempo hasta que
éste llegara. Era como si Diomedes les hubiera dicho, sin pararse aún en la
tarima, saben qué, aquí el verdadero rockstar soy yo.
Y no
les habría mentido. Cuando Diomedes apareció en el escenario, su fanaticada, en
lugar de estar molesta por el retraso, lo recibió con una ovación que a mí, a
mis diez años, me asustó un poco. Por un momento creí que la Plaza de Toros se
vendría abajo. Diomedes no había pasado del segundo verso de la primera canción
y la gente estaba dichosa, verlo finalmente de inmediato les hizo olvidar la
demora. Con Diomedes sucedía algo, las virtudes del artista redimían las
falencias del hombre y así se manejó siempre la relación con su público. A
cambio de música, los fanáticos de Díaz le perdonaban todo. Todo. Incluso se
hacían los de la vista gorda ante algunos detalles. Como el pañuelo blanco con
el que aquella noche lo vi limpiar varias veces su frente y nariz, hasta que ya
no fue totalmente blanco. Y vi aquellas manchas rojas que tiñeron el pañuelo y
a los diez años no recuerdo qué pensé, tal vez me habrá sorprendido lo bien que
actuaba Diomedes a pesar de estar enfermo. Lo cierto es que a nadie parecía
importarle. La gente estaba tan encantada oyendo y coreando las canciones que no
advertían que el cantante estuviera sangrando. La estrella de Diomedes en
tarima alcanzaba para opacar esos detalles.
Y
bueno, ahora tantos años después, sólo puedo sentirme honrado de haberlo visto
vivo y en vivo y haber atestiguado esa rara y desbordada relación de amor con su
público, sus seguidores, los que aún no se reponen de su partida.
Me
pregunto si los Maná, al enterarse de la muerte de El Cacique, se acordaron de
aquella lejana noche de 1995 en que lo padecieron.
Y así
como hace tantos años vi a Diomedes y a Maná, hoy me enorgullece mostrar la
lista de aquellos a quienes presencié en vivo este año:
Andrea Echeverri (Lanzamiento álbum Ruiseñora)
Estéreo
Picnic: The Killers - Café Tacvuba - New Order
Fito Páez
(Celebración XX años de El Amor después del amor). Presentando a Andrea
Echeverri
Andrés
Calamaro (Gira Bohemio)
Bajo Fondo
Tango Club. Presentando a Sistema Solar
Rock al
Parque: Illya Kuryaqui and The Valderramas-Pornomotora
Héctor
Buitrago-Conector
Ximena
Sariñana
Los
Bunkers
Mala
Rodríguez. Presentando a Bomba Estéreo
Andrea
Echeverri (Celebración de su nominación al Grammy), presentando duetos con
Esteman y con su madre, Amparo de Echeverri.
Fito Páez
y Charly García (Gira Juntos, sin Charly)
Bomba
Estéreo (Cartagena)
Y que
en 2014 sean más, muchos más (Estéreo Picnic, sí, es contigo, can´t wait) y que se cumplan algunos
pendientes, por favor (U2, Radiohead, Alanis Morissette, sí, efectivamente, es
con ustedes).
¡Felices
conciertos de 2014 para todos!