Siempre he pensado que los coleccionistas son gente un poco
maniática. Ese gusto minucioso por el atesoramiento en serie de un mismo
objeto. Sin embargo, reconozco que admiro su deseo (¿obsesión?) por registrar y
conocer todas las especies de un mismo patrón, sean llaves, estampillas,
monedas o muñecos de Pokemon. Encuentro en ello una manera ingenua y valiente
de registrar una parte del mundo, un pedacito, que es al fin y al cabo a lo
máximo que podemos aspirar, y que no es poca cosa.
En mi caso, nunca me ha tentado la necesidad de compilar todas las versiones posibles de un objeto
especifico, dentro de mis pertenencias, lo más parecido a una colección serían
los discos compactos y los libros, no obstante, por lo variado de los géneros
musicales y autores, no creo que constituyan una colección, como lo sería tener,
no sé, más de 500 acetatos de salsa, o una biblioteca dedicada exclusivamente a
la poesía del Caribe Colombiano, por
ejemplo.
Entonces recuerdo que a los 8 años me colé a un concierto
del Joe Arroyo. No cumplía la edad mínima de ingreso, así que mi padre se las
ingenió para que un amigo suyo, encargado de la seguridad, me dejara entrar por
la parte de atrás. Le agradezco. No alcanzo a imaginar lo frustrante que habría
sido perderme del primer concierto de mi vida. El primero de una seguidilla
innumerable de experiencias de música en vivo de gran formato, que cada año
agrega una buena cantidad a mi archivo personal.
Saben qué, pensándolo bien y a juzgar por algunas rarezas, los
conciertos a los que he tenido la fortuna de asistir constituyen una colección.
De experiencias y de vida, calro, la mejor de las colecciones.
Y es que yo he visto a Celia Cruz y a Bob Geldof, a Red Hot
Chilli Peppers y a Diomedez Díaz, a Etelvina Maldonado y a Fito Páez, a Carlos
Vives y Andrés Calamaro, al Sayayín y a Aterciopelados, a Petrona Martínez y a
Smashing Pumpkings, sólo por nombrar algunos de un extenso etcétera que ya
completa 20 años de toques en vivo. Experiencias que he podido atestiguar
incluso en varias ciudades, Cartagena, Barranquilla, Bogotá, Medellín y Buenos
Aires. Lo cual, y como decía el Chavo del 8, sin querer queriendo, significan
una respetable biblioteca de la que hoy puedo humildemente alardear.
Algo de maniático debo tener, advirtiendo lo errático que al
parecer resulta mi gusto musical y por las veces que he viajado a otra ciudad
sólo por agregar un concierto más a la lista. ¿Pero no son acaso viajar y
asistir a conciertos dos de las pocas cosas decentes que se pueden hacer por
estos días? Y yo me lo tomo en serio, tal como debe asumirse la tarea de
registrar un pedacito del mundo, para probar que uno estuvo aquí y que se lo
gozó.
Comparto entonces mi inventario de conciertos del 2012,
apenas para celebrar con grandes adiciones como Foo Fighters, Chemical Brothers
o Madonna, 20 años desde que fui aquel niño colado en una presentación en vivo
del Joe, ese grande de la música.
Quilmes Rock Festival (MGMT, Band oh
horses, Foo Figthers)
Bjork
Héctor Buitrago (Conector)
Rock al
Parque (Conector, Camila Moreno, Vicente Gayo, 1.280 Almas, Charly García)
Esteman
(presentando a Monsieur Periné y Andrea Echeverri)
Natalia
Lafourcade
Julieta
Venegas
Carla
Morrison
Zoé
Chemical Brothers
Festival Planeta Terra: Garbage, Miike Snow, The Drums,
Evanescense)
Super Litio
Andrea
Echeverri Arias
Madonna
¡Y que en 2013 sean más, muchos más!