Por: Juan de Dios Sánchez
Jurado
“Vladimir: Alors, on y va?
Estragon: Allons-y. Ils ne
bougent pas.”
Samuel Beckett
Primer acto.
Llegan Vladimir y Estragón al despacho del Alcalde. Se acercan al
escritorio de la secretaria, le dicen: Hemos venido a entrevistarnos con el
Alcalde. La secretaria, una mujer de cabello abundante y bien peinado, tacones
altos y falda diez centímetros por encima de las rodillas, mira la pinta de
Vladimir y Estragón. Por su ropa sucia y harapienta, supone que son un par de
vagabundos, aunque duda que tal vez puedan ser un par de desplazados por la
violencia. Les pregunta: ¿Tienen cita? Vladimir y Estragón contestan al
unísono: No, pero es urgente. La secretaria se levanta, los repara con
desagrado, les pregunta: ¿Cuál es el asunto?, el Alcalde es un hombre bastante
ocupado, ¿saben? Vladimir y Estragón se miran el uno al otro como si estuvieran
a punto de reírse. Vladimir le contesta: Estragón tiene unas botas que no le
vienen, le quedan tan apretadas que ni siquiera se las puede sacar. Estragón
toma la palabra para decir: Vladimir tiene las piernas agarrotadas debido a un
doloroso problema con la vejiga. Luego manifiestan al unísono: Pero lo que
venimos a hablar con el Alcalde es más urgente que eso, debemos decírselo
personalmente. La Secretaria los reparar nuevamente, con mayor desagrado. Se
sienta y les dice: Bien pueden esperarlo, a ver si los atiende, el Alcalde
llegará en cualquier momento. Vladimir y Estragón buscan asiento al otro
extremo de la oficina. Miran por la ventana, la ciudad se derrite bajo el sol.
Vladimir se queja del calor a pesar del aire acondicionado de la oficina,
sostiene una cuerda entre las manos. Estragón, abanicándose con la mano, dice: La
ciudad está en llamas. Pasan las horas. El Alcalde no aparece. La secretaria dedica
toda la jornada a hablar por celular. Al caer la tarde, recoge su bolso, apaga
el computador, se acuerda de los dos hombres que esperan al Alcalde, les dice:
El Alcalde no vendrá hoy, pero mañana seguro que sí.
Segundo acto.
Regresan Vladimir y Estragón al despacho del Alcalde. Se acercan al
escritorio de la secretaria, le dicen: Hemos venido a entrevistarnos con el
Alcalde. La secretaria los reconoce. Voltea la cara, trata de esquivar el olor
que despiden los visitantes, se pregunta si debería aconsejarles que mejor
fueran a reclamar a Acción Social. Les pregunta: ¿Tienen cita? Vladimir y
Estragón contestan al unísono: No, pero es urgente. La Secretaria se concentra
en la pantalla del computador, finge que escribe en el teclado. Sin retirar la
mirada del computador, les dice: Bien pueden esperarlo, a ver si los atiende,
el Alcalde llegará en cualquier momento. Vladimir y Estragón buscan asiento al
otro extremo de la oficina. Se disponen a un comentario sobre el calor en la
ciudad. Les interrumpe la llegada de Pozzo, un hombre bajetón, vestido con
traje de lino blanco y accesorios dorados: El reloj, la cadena y la punta de
las botas de vaquero. Con las dos manos sostiene la cadena con la que controla
a su perro, un dóberman en los huesos al que llama Suertudo. Pozzo se encarama
en una silla, levanta los brazos y como si se dirigiera a una multitud, dice en
voz alta: Yo podría comprar y vender este lugar si me diera la gana. Luego entra
a la oficina del Alcalde, se sienta en el escritorio, se hace traer una caja
con varias piezas de pollo frito, los consume con prisa, con las manos, ante la
mirada hambrienta de su perro. Deposita las sobras en la caja, vuelve a la sala de espera y se las entrega a
Vladimir y Estragón. Estragón las recibe, Vladimir tiene las manos ocupadas con
una cuerda. Pozzo se encarama en una silla, levanta los brazos y como si se
dirigiera a una multitud, dice en voz alta: La receta para ser millonario es ser
inteligente, ser trabajador y tener suerte, yo sólo he tenido las dos últimas.
Le ordena a Suertudo que se pare en dos patas para celebrar el discurso. El
perro hace lo que puede para complacer a su amo a pesar del hambre. Pozo y
Suertudo abandonan el recinto. Pasan las horas. El Alcalde no aparece. Al caer
la tarde, la secretaria recoge su bolso, apaga el computador, se acuerda de los
dos hombres que esperan al Alcalde, les dice: El Alcalde no vendrá hoy, pero
mañana seguro que sí.
Tercer acto.
Regresan Vladimir y Estragón al
despacho del Alcalde. Se acercan al escritorio de la secretaria, le dicen:
Hemos venido a entrevistarnos con el Alcalde. La secretaria los reconoce, se
lima las uñas, les pregunta: ¿Tienen cita? Vladimir y Estragón contestan al
unísono: No, pero es urgente. La Secretaria sigue limándose las uñas, contesta
el teléfono. Sin retirar el teléfono de su oreja, tapa la bocina con la mano,
les dice: Bien pueden esperarlo, a ver si los atiende, el Alcalde llegará en
cualquier momento. Vladimir y Estragón buscan asiento al otro extremo de la
oficina. Se disponen a un comentario sobre el calor en la ciudad, les
interrumpe la llegada de una mujer, joven, vestida con un traje rosado, rodeada
de varios hombres más grandes y más viejos que ella que se organizan en calle
de honor para que entre a la oficina del Alcalde. Antes de atravesar la puerta,
la mujer echa un vistazo a la secretaria, le ordena: Para mañana quiero que esa
falda tenga diez dedos por debajo de la rodilla. Los hombres de la calle de
honor se quedan viendo las piernas de la secretaria. Lamentan la orden, pero no
se atreven a contradecirla. La mujer y su séquito entran a la oficina del
Alcalde, cierran la puerta. Vladimir y Estragón se quedan mirando como si estuvieran
a punto de reír. Al unísono preguntan a la secretaria: ¿Quién es ella? La
secretaria estira su falda a todo lo que da, contesta: La hija del Alcalde. De
repente comienzan a oírse voces que llegan desde la oficina del Alcalde. La más
fuerte es la de su hija. Otro hombre también levanta la voz. Discuten. Al rato,
sale uno de los hombres, el que parecía ser el director del séquito de la hija
del Alcalde. Se va azotando la puerta, grita: ¡Falsas y falaces, falsas y
falaces, renuncio irrevocablemente! Vladimir, Estragón y la secretaria se miran
como si estuvieran a punto de reír. Vuelve el silencio. Más tarde, la hija del
Alcalde y su séquito abandonan el Despacho. Pasan las horas. El Alcalde no
aparece. Al caer la tarde, la secretaria recoge su bolso, apaga el computador,
se acuerda de los dos hombres que esperan al Alcalde, les dice: El Alcalde no
vendrá hoy, pero mañana seguro que sí. Vladimir y Estragón se miran como si
estuvieran a punto de llorar. Piensan en aquello tan urgente que deben decirle
al Alcalde, que no pueden decirle a nadie más. También piensan en las botas
apretadas y en el dolor en la vejiga. Contemplan la idea de volver al día
siguiente y ahorcarse ahí mismo en la oficina del Alcalde. Vladimir dice:
Mañana nos ahorcaremos. Estragón contesta: ¿Y si viene el Alcalde? Vladimir
continúa: Estaremos salvados. Suspiran largamente. La secretaria chasquea los
dedos. Silencio. Luego Vladimir dice: ¡Qué! ¿Nos vamos? Y Estragón: Sí,
vámonos. Esta vaina no se mueve.
Cae el telón.
3 comentarios:
Agradecería que cambiaran el fondo negro y las letras blancas. Da dolor de cabeza. Pero bueno, es el teatro del absurdo :P
Tendremos en cuenta la sugerencia, es más, creo que la atenderemos. Gracias.
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