
20 años no son nada. Nirvana tiene Cabeza de Gato
Quiero invitarte a la única opción que podría salvarte. Grita, Cartagena, Grita, déjales saber que te cansaste, que te hartaste al fin de ponérselas fácil, demuéstrales que no podrán otra vez venir con sus estrategias baratas de seducción a endulzarte el oído. Grita y con ese pequeño acto de insurrección sonora demuéstrales que finalmente encontraste la verdad de tu liberación en la revolución, que ya no eres la niña de la faldita que va a dejarse morbosear a cambio de un par de monedas, que te dedicarás ahora, con madurez y responsabilidad a demostrarles que no podrán esperar de ti más letargo, que serás intolerante a cualquier treta sucia que pretendan proponerte. Hazles saber que no estás dispuesta a transarte una vez más y que optarás por la insurrección como única alternativa. Sí, Cartagena, insurrección de una vez por todas, insurrección y grito que te lleve a la resurrección, para que no seas más una ciudad muerta de mente y seas por fin un lugar donde sea posible imaginar un cambio revolucionario. Móntate, Cartagena, en un vehículo capaz de llevarte a una orilla en la que no puedan replicarse una vez más tus viejas estructuras de poder, miseria, desigualdad e injusticia. Insurrección, Cartagena, como sinónimo de imaginación y lucha hasta alcanzar un punto en el que todos, de verdad, salgamos en manifestación a la calle. A la calle, sí, pero no a perder el tiempo en marchas cabizbajas y complacientes, me refiero a una revolución colectiva capaz de constituirse como efecto de cambio interior y exterior, insurrección como el último acto de protesta legítima, política y popular, la única manera consciente de derribar los viejos esquemas y sacar de circulación todo lo corrupto y corruptor de tu sistema. En Londres, en Egipto, en Chile, ya lo hicieron, por qué no podrías tú hacer lo mismo, acaso qué te detiene. Cuando ya no se puede estar peor, toda lucha será ganancia, toda insurrección será una victoria sobre la barbarie consuetudinaria de hambre e ignorancia. Te invito entonces, Cartagena, a tomar posesión de lo que es tuyo, despertar el cuerpo colectivo de tus habitantes que durante tanto tiempo han estado paralizados por la indiferencia. Despertarte, Cartagena y gritar, encontrarte nuevamente con vida en un proceso que conlleve a que la mente de todos empiece a organizarse en pro de un fin común. Rescatarte, Cartagena, incluso de ti misma. Yo, para empezar, propongo que este próximo 30 de octubre todo el censo electoral cartagenero vote en blanco. Voto en blanco por encima de cualquier candidato. Voto en blanco en lugar de abstención. Voto en blanco como primer grito de insurrección de una Cartagena hastiada de quienes sólo pretenden sacarle provecho codicioso y egoísta. Voto en blanco victorioso en las urnas para demostrar que de algo tiene que servir la democracia. Porque no puedes seguir funcionando para unos pocos, porque sálvese quien pueda no puede ni debe seguir siendo nuestro lema. Qué mejor oportunidad que ésta para marcar el inicio de un nuevo siglo, transparente, próspero, incluyente, en el que por fin puedas, Cartagena, darte el lujo de bailar no para evadir la adversidad sino para celebrarte a ti misma, para darte el lujo de lucir tu mejor registro, una ciudad a la que podamos pertenecer y de la que podamos favorecernos todos. Óyeme bien, TODOS. Así que sólo me resta preguntarte, Cartagena, ¿te le mides? ¿Este 30 de octubre gritarás conmigo, VOTO EN BLANCO?
Por: Juan de Dios Sánchez Jurado
Nos deshabituamos a la espera, a disfrutar del proceso, a estirar las horas, a releer, a rescribir, a rehacer, a perder el sueño buscando un pensamiento nuevo en lugar de una cita. Cómo hacerlo, si cada día aparece otro aparato, otro dispositivo, otra tecnología que nos ayuda/obliga a acelerar el ritmo de nuestras vidas. Cómo lograr eso, pregunto yo, en la era del microondas, de la cena en minutos, del automático para la gente, en la era en que no soportamos que algo tome mayor esfuerzo que verter un poco de agua caliente y un par de cucharadas de café en una taza y listo. Nos han inculcado que lo bueno es lo que se prepara ya, que los buenos son los que triunfan ya, los que se hacen millonarios ya, haciendo algo que requiera poco talento y mínima dedicación, por eso, tanto cantante de reggaeton.
Perdimos la sensibilidad para reconocer y la esperanza de poder encontrar algo puro y duradero. Algo real, nuevo, inédito, nos resultaría extraño, habría que invertir tiempo hasta saber eso con qué se come, y ya lo he dicho aquí varias veces y lo cantan con devastadora sinceridad y en coro los Arcade Fire, solíamos esperar, pero ya no, hoy en día nos cuesta, porque no es rentable, porque es el fin de la historia, porque razón tenía Fukuyama, dejamos apagar el motor del mundo, o dejamos que él nos lo apagara a nosotros y nos pusiera a vivir por cuenta de un pulmón artificial. Vivimos en modo automático las horas extras de la existencia, porque ante la imposibilidad de lo nuevo, qué nos queda, repetirnos hasta la saciedad, ¿con qué objeto?, perpetuar una manera de vivir anecdótica e intrascendente, resignados a lo que estrategias de mercado, predicciones en la bolsa, el FMI y los grades estudios de cine quieran imponernos.
“Now our lifes are changing fast” y sólo queda la ansiedad que siembran en nosotros las deidades publicitarias, hoy sólo quedan Los Pitufos. Lo saben los dueños de la Sony Pictures y lo ponen de estribillo los Arcade Fire. Nuestra vida consiste en cambiar aceleradamente, sin que haya lugar para lo puro y verdadero. Y a quienes aún, ingenuamente, nos dedicamos a esperar a que algo así aparezca, sólo nos queda declarar nuestra paciencia como el bien más preciado, aunque esa paciencia sea la rara sensación en la boca del estómago de saber, en el fondo, que se trata de una espera por algo que, quizás, nunca llegará.