martes, 1 de febrero de 2011

Gala de Poesía Hay Festival


Yo no tenía boletas para Rubén Blades, Philip Glass o Alessandro Baricco, mi única boleta para Hay Festival, como cada año, era la entrada a la Gala de Poesía. La única velada de este evento que al día siguiente no podrían contarme El Universal o RCN. El reportaje de lo que ocurre durante esa hora de versos sólo puedo dármelo yo mismo, tras haber estado allí. De qué otra manera me habría enterado cómo suena el miedo a los aviones o el entrañable amor de un padre por la hija que nunca tuvo, recitado de memoria en la voz del argentino Andrés Neuman. Cómo vivir la experiencia postpoética del español Agustín Fernández Mallo, sin escucharlo a él mismo develar la mística de las burbujas del agua con gas. El testimonio de oídas no bastaría para sumergirme en la corriente honesta y desgarradora del poema Yo soy de la libanesa Joumana Haddad, y menos, alcanzaría a describirme la delicia del español que escapa de su acento árabe. Quién mejor que el filipino Miguel Syjuco para declarar la sabiduría que surge del humor, bromeando sobre política al compás de sus ojos risueños. Si no hubiera estado allí, cómo habría hecho para conocer, sin intermediarios, el número de dioses venerados en India o la resistencia del corazón a ser cremado, como lo relatara en sus textos inéditos el colombiano William Ospina. Por eso hoy, que anoto una nueva Gala de Poseía en mi inventario, celebro el privilegio de haber hecho parte, una vez más, del público que, tras el último verso, pasara del silencio cómplice al aplauso henchido, y que luego, saliera del Teatro Adolfo Mejía con esa sensación entre el pecho y la espalda que sólo puede dejar la poesía, que nunca podrán reseñar los noticieros y que tendremos el resto de la vida para entender, entre menos intentemos ponerla en palabras.

No hay comentarios: